jueves, 14 de enero de 2010

LITERATURA FINISECULAR. BOHEMIA Y DANDISMO.

TEXTO 1. BOHEMIA Y BURGUESÍA EN LA LITERATURA FINISECULAR

La bohemia como fenómeno sociológico aparece vinculada a la sociedad romántica francesa y se desarrolla con fuerza creciente en el París del Segundo Imperio. [...] La bohemia romántica de los años 1820‑1840 es una bohemia dorada que Murger reflejará en sus Escenas de la vida bohemia [...]. Pero en el París del Segundo Imperio la bohemia artística experimenta un enorme crecimiento de jóvenes vocaciones que ya no se nutren únicamente de la clase media. La conversión del arte por la burguesía en una mercancía sujeta a las leyes del mercado capitalista, unida a la debilidad de la propia industria cultural, provocan la aparición de una bohemia que, como proletariado intelectual, va a manifestar su oposición a la mercantilización del arte, a las condiciones de explotación de su trabajo productivo y a la clase burguesa como clase dominante. [...] ...es ahora una bohemia negra, agresiva, antiburguesa. Esta bohemia negra vegeta en la periferia social, manifiesta una conciencia ascendente de capa explotada, milita en la política, se sitúa ideológicamente en el jacobinismo y el socialismo, y tiene un gusto realista en arte y literatura. [...]
Genéticamente, la actitud bohemia era una actitud de inadaptación social y protesta romántica e individualista contra el capitalismo y la clase burguesa. El sistema de valores bohemio (arte, belleza, independencia, libertad, rebeldía) se oponía al código moral de la clase dominante. La actitud de rebelión y protesta del bohemio se alza contra la mediocridad y vulgaridad de la sociedad burguesa, contra la cual sólo cabe la enajenación voluntaria a través del ajenjo, la droga, el burdel o el narcótico del arte. Frente a la uniformidad social, la protesta individualista del artista bohemio se expresa como fuente de liberación de su lucidez desesperada. Rimbaud o Verlaine ejemplifican esa voluntaria condición de artistas malditos, de escritores decadentistas situados en los límites extremos de la marginalidad social.
La desafiante actitud antiburguesa del artista bohemio se fundamenta en su odio a la burocratización de la vida, a la uniformidad social y a la mercantilización del arte. [...] La verdadera bohemia no es una forma de vida, forzosa en la mayoría y caracterizada por una extrema penuria, sino una manera de ser artista, una condición espiritual sellada por el aristocratismo de la inteligencia. La vida bohemia se asume porque para el artista bohemio no hay arte sin dolor, o como decía Baudelaire, arte equivale a malheur. La verdadera bohemia se vive, por tanto, como experiencia de libertad en el seno de una sociedad voluntariamente marginal, en donde el tiempo no es oro, sino ocio artístico, alcohol, búsqueda de paraísos artificiales, de alucinaciones mágicas, de belleza y falso azul nocturno.
Esa actitud provocadoramente antiburguesa del escritor bohemio le conduce a una pose de anarquista literario, o una condición de maldito que se relaciona con los marginados sociales (homosexuales, prostitutas, delincuentes), a experimentar el placer de demoler ideas y valores establecidos por medio de boutades con el objeto expreso de épater le bourgeois.
En España, la protesta bohemia se dirige contra la sociedad de la Restauración, contra el canovismo político, la oligarquía, el caciquismo, la corrupción social y el realismo artístico dominante. La actitud bohemia de épater le bourgeois es compañera en la literatura española de la poesía simbolista y decadentista, del impresionismo francés, del nihilismo ruso y del modernismo hispanoamericano. La bohemia literaria española finisecular es una fenómeno tardío e importado directamente del Barrio Latino parisiense. [...] ...los escritores bohemios sintieron una aversión y un profundo desprecio por la política oficial de la Restauración. Individualistas e insolidarios, incapaces, salvo honrosas excepciones, de establecer un compromiso político con los partidos de la clase obrera, desengañados de la política oficial, los escritores bohemios se construyeron un paraíso artístico en donde la problemática política no tenía espacio. [...]
El lenguaje cumple para el bohemio la función de dinamitar los puentes ideológicos y morales que le separan de la burguesía y de su sistema de valores (familia, propiedad, orden, sexo, religión). La concepción anarquista de la palabra como dinamita cerebral es compartida por los escritores bohemios, desarrollándose un culto formal al tremendismo expresivo y a la truculencia verbal. Una confianza ingenua en el poder de la literatura y el arte como instrumentos de transformación social era defendida por Ernesto Bark en nombre de la cofradía bohemia [...]. Era una jerga en donde se daban cita la paradoja, la ironía ácida y corrosiva, la boutade y un modo apocalíptico de decir. Lenguaje con clave para uso de una sociedad bohemia que elevaba así un culto permanente a la inteligencia y a la imaginación, porque realmente el lenguaje bohemio era un argot inteligente y libre que resultaba ininteligible para quienes desconocían su código expresivo. El histrionismo de la actitud bohemia era compañero de la literaturización de la vida, norma artística de todo escritor bohemio. [...] La bohemia literaria española, cuya geografía física coincidía con los bajos fondos madrileños, cultivó un argot golfo cuajado de expresiones brillantes, originales y provocativas. El lenguaje bohemio, en tanto lenguaje artístico, se manifestaba como vehículo de liberación de frustraciones e impotencias colectivas que los artistas bohemios sublimaban a base de pirotecnia verbal y agresividad expresiva. La acentuación del sentido violento del lenguaje era producto del placer bohemio por convertir su lenguaje en sucesión de bombes esthétiques [...]. Pero fundamentalmente el escritor bohemio eleva su protesta contra la sociedad burguesa a través de su rebeldía estética y de su decidida ruptura con la expresión realista que caracterizaba el gusto pequeñoburgués del filisteo decimonónico. Los escritores bohemios, aristócratas del arte, románticos rebeldes, individualistas anarquizantes, imponen el gusto modernista y la concepción del arte por el arte. Despreciando tanto el gusto burgués como el proletario, atacan la valoración social del arte que defienden los críticos literarios anarquistas (Federico Urales) o socialistas (Verdes‑Montenegro). Para ellos bohemia es sinónimo de modernismo artístico, de simbolismo poético, de decadentismo literario.

Manuel Aznar Soler: Bohemia y burguesía en la literatura finisecular
Imagen: En el Moulin Rouge de Tolouse Lautrec.


TEXTO 2. EL DANDY

El Dandy es un personaje del Romanticismo. Individualista, irracional en la razón, atrevido, el Dandy es todo un estilo. Es el rebelde que lleva arte y rebeldía a su persona y a su atuendo. Es Byron, que llora por su perro muerto y desdeña a los hombres, o que mide todas las mañanas la esbeltez de su talle, afirmando no alimentarse sino de bizcochos y agua carbónica. Es también Lord Baltimore (del que habla Baudelaire), quien se hizo construir un harén, por lo que fue obligado a abandonar Inglaterra, muriendo en Nápoles, camino de Turquía. El Dandy se rebela contra una sociedad –y un mundo- y adopta la esterilidad, la imposibilidad y el mal. Aunque esto no pase muchas veces de una estética o, a lo sumo, de una disidencia siempre individual. Porque el Dandy quiere separarse de los demás y ser así –en su personalismo- más rebelde.
Tras el Romanticismo, nutrido de Dandies famosos –Brummell ante todos-, y, cuando ya el dandismo ha entrado de pleno en la literatura –el Dandy es un personaje que se mitifica, y su literatura se acerca a un estilo-, el dandismo sigue evolucionando. Así, surge el Dandy del Simbolismo, el decadente, el estilo “fin de siglo”. Baudelaire, quien se tiñe los cabellos de verde, o responde a quienes elogian su imponente levita que se abrocha con grandes botones de metal dorado: “Acabo de encargarme doce levitas iguales”. El Dandy intenta horrorizar al burgués y vencer a la mujer en su terreno (o en lo que una sociedad considera su terreno). De ahí el desdén hacia la mujer. De ahí el tono femenino. El Dandy puro no debe hacer nada. Vive solo para su manera. Traslada el arte, la creación, a su persona; hace de su vida un arte.


Luís Antonio de Villena, Corsarios de Guante Amarillo, Ed. Valdemar
Imagen: El barón Dandy.

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