domingo, 12 de abril de 2009

LOÍSMO, LAÍSMO, LEÍSMO

En el siguiente artículo de opinión sacado de El País de este domingo, se trata el problema de los pronombres personales de CD y CI de 3ª persona.
Como podrás observar, el autor, Javier Marías, escritor y habitual columnista de El País Semanal, habla de la errónea utilización de dichos pronombres y aprovecha la ocasión para dar una lección de gramática.
Pero veamos antes si vosotros la tenéis aprendida: he eliminado el final del artículo donde se da la solución correcta al conflicto, de manera que seréis vosotros los que tendréis que terminarlo con la explicación correspondiente.
Para ello, primero deberéis pensar con quién estáis de acuerdo (con el periodista que se queja o con Marías) y por qué, y después escribir la carta que ha quedado apenas comenzada justificando con argumentos la opinión correspondiente.
La solución... próximamente.

Por otra parte, J. Marías también habla de una serie de palabras que en su origen tenían un significado diferente al que hoy es utilizado por la mayoría de hablantes, siendo los dos (significados) igualmente válidos y posibles en la actualidad. Investiga (por ejemplo, en el DRAE) cuáles son esos distintos significados.

Ah, y ¿qué os parece lo que dice el autor en el artículo? Reparad sobre todo en lo que os dan que pensar las oraciones resaltadas en morado.

LA ZONA FANTASMA
Bachillerato con adultos
JAVIER MARÍAS 12/04/2009


En el irreversible proceso de deterioro de la lengua hablada y escrita en España, se está ya alcanzando la fase más irritante y escandalosa, que es aquella en la que quienes hablan y escriben mal creen además hacerlo bien, y se permiten señalar como “incorrecciones” en otros lo que justamente sí es correcto. Es el mundo al revés, como se lamentaban nuestras abuelas. Las personas que afean usos correctos no son sólo ignorantes, sino temerarias y perezosas, pues ni siquiera se molestan en comprobar si llevan razón. Están convencidas de tenerla porque la mayoría ya habla y escribe como ellas, y dan por sentado que un error de muchos se convierte automáticamente en acierto. Por supuesto que todo el mundo puede hablar y escribir como le venga en gana, eso no está multado: no soy ningún purista, la lengua está en evolución permanente, la conforman los usuarios, y hay palabras que, por el insistente significado erróneo que éstos les han dado, han pasado a querer decir también algo distinto de lo que significaban, o aun opuesto. Así “álgido” y “lívido”. Eso no supone, sin embargo, que “álgido” y “lívido” ya no puedan ser empleadas en sus acepciones originales, de “glacial” y “amoratado” respectivamente, y sería ridículo –además de necio– reprocharle a alguien tales usos. Pues el equivalente a esto último es lo que está ocurriendo.

Hace ya años que algunos lectores me han acusado de recurrir al verbo “deber” para expresar una inferencia, ignorando que, así como no puede nunca decirse “deber de” para lo imperativo (esa es precisamente la fórmula para la inferencia: “debe de haberle sentado algo mal”, y jamás “el Gobierno debe de atender nuestras peticiones”, como sueltan casi todos los políticos y locutores), sí puede decirse “deber” a secas para las suposiciones: “debe ser amigo suyo” es correcto, y yo a veces, por una cuestión silábica y de ritmo de la prosa, he omitido el “de” en teoría preceptivo en estos casos. Es una opción, no una incorrección.


Pero lo que me mueve a escribir este artículo es que hace poco un respetable y veterano periodista se dirigió a este suplemento “suplicando a quien corresponda que ponga remedio al insoportable loísmo de Marías”. Me reprochaba escribir “LO” a menudo cuando, según él, “corresponde LE”, y ponía como ejemplo flagrante una columna mía sobre Bernhard en la que yo decía, refiriéndome siempre al autor austriaco, “Y se LO leyó, ya lo creo que se LO leyó … No fueron pocos los novelistas que LO imitaron”. Y luego: “Se LO leyó bastante mal”, y también “… que se LO tradujera”. Tan insoportable le parecía todo esto al periodista que instaba a alguien responsable a impedirme seguir incurriendo en lo que para él era “ese defecto lingüístico”. Le contesté privadamente, pero quizá no esté de más aclarar la cuestión también públicamente, y esto es lo que vine a explicarle:
“Muy señor mío: Gracias por su carta relativa a mi supuesto defecto de ‘loísmo’, y por lo tanto por su atención.



SOLUCIÓN DEL EJERCICIO:
Debo decirle, sin embargo, que usted considera defecto algo que es absolutamente correcto, como comprobaría si se molestara en consultar una gramática. Lo correcto en español, cuando se utilizan verbos transitivos como ‘leer’, ‘imitar’ o ‘traducir’, es utilizar ‘lo’ aunque se trate de personas. Así, decir ‘A Juan lo vi ayer en la calle’ es más correcto que ‘A Juan le vi ayer en la calle’, aunque esta última opción sea muy frecuente en España y esté ya admitida y aceptada. Rara vez verá, pese a ello, que la empleen ningún andaluz ni ningún latinoamericano, que observan más que otros hispanohablantes la mayor corrección de ese ‘lo’. Si se tratara de una mujer, diríamos todos, sin duda, ‘A Juana la vi ayer en la calle’, y nunca ‘A Juana le vi ayer en la calle’, lo cual le indica que Juan y Juana son acusativos o complementos directos, según las antiguas denominaciones, y que por ello lo más correcto es decir ‘lo’ y ‘la’, respectivamente, en la frase puesta como ejemplo. A usted le parece ‘insoportable’ mi ‘loísmo’. Está en su derecho, pero antes de calificarlo de ‘defecto lingüístico’, cerciórese de que lleva razón. Señalar como defecto lo que precisamente es correcto sí que me resulta a mí insoportable”.Me temo que a estas alturas el lío con “lo”, “le” y “la” es mayúsculo entre los hablantes, abandonados desde hace lustros a una educación grotesca. En el afán por evitar el “laísmo”, que está especialmente condenado y es muy feo, oigo sin cesar frases como “A Isabel hay que ayudarle”, o “que oírle”, o “que temerle”, cuando debería ser “ayudarla”, “oírla” y “temerla”. Quizá va siendo hora de recuperar las viejas reglas para saber si un verbo es transitivo y exige “lo” (aunque “le” esté admitido) y “la” para sus complementos directos masculino y femenino, respectivamente. Uno se preguntaba, recuerdan: ¿Qué o quién es lo leído, imitado, traducido, visto, ayudado, oído o temido? Bernhard, Juan, Juana, Isabel. Luego “lo” y “la” en todos los casos, o, si se prefiere, “le” en los de Juan y Bernhard. Parece mentira que haya que volver al bachillerato con adultos, maldita sea.

2 comentarios:

Jazmina Fuentes Moreno dijo...

Lo que tenéis que hacer es muy sencillo:
1- Leer el artículo titulado Bachillerato con adultos.
2- Escribir la carta que Marías escribe y cuyo desarrollo yo he eliminado, utilizando el comienzo dado por el autor (añadir fecha y usar la organización y el lenguaje típico de las cartas formales).

Aclaraciones: el color azul únicamente lo he utilizado para señalar cuándo se empieza a hablar en el artículo del tema que nos interesa: loísmo.

Anónimo dijo...

O sea ¿que despues de lo azul es lo que as eliminado y lo que nosotros tenemos qe escribir no? Vale vale esque creia qe lo azul era lo que teniamos qe suprimir y no lo entendia.