martes, 10 de febrero de 2009

JUGLARES Y JUGLARESAS

Durante esta evaluación vamos a acercarnos a la figura del juglar, personaje de gran importancia en el origen del teatro español medieval.

Aparte de la introducción teórica acerca del Mester de Juglaría que vimos en las explicaciones de clase, os "cuelgo" aquí una serie de informaciones y artículos para que podáis profundizar en el conocimiento de estos profesionales del entretenimiento que tenían una vida sumamente interesante y aventurera. Además, asistiremos a la representación de un espectáculo juglaresco preparado por un grupo de compañeros.


El juglar solía ser un hombre-espectáculo: tocaba varios instrumentos, recitaba, cantaba, componía, era acróbata, domaba animales... En el recitado y en la declamación poética estos artistas de calle depuraron al máximo su arte, gesticulando o mudando la voz para caracterizar a los diferentes personajes que entraban en el diálogo o en el debate. Así Vitalis, uno de estos juglares del s. IX dice en su epitafio: « Imitaba yo el rostro, los gestos y el habla de mis interlocutores, de modo que se creyera que eran muchos los que se expresaban por una sola boca... En esto andaba cuando el fúnebre día se llevo conmigo a todos los personajes que vivían en mi cuerpo » Sin embargo, por encima de todo, los juglares fueron transmisores de cultura durante la Edad Media: difundían técnicas musicales y poéticas, noticias, acontecimientos sociales y vivencias personales en un mundo de gentes impregnadas de tradición oral.

Numerosas son las palabras que en distintas lenguas se han derivado de la voz latina "joculator" (el que juega). En castellano tenemos juglar, jutglar; en catalán, joglar, jograr; en francés, juglor, jogleur; en inglés, juggler, jugelere; en portugués, jogral; en italiano, giollare, zoglar.

“El juglar es un ser múltiple: es un músico, un poeta, un actor, un saltimbanqui; es una especie de intendente de placeres que vive en las cortes de reyes y príncipes; es un vagabundo errante que monta espectáculos en las aldeas; es el vihuelista que por los caminos va cantando gestas a los peregrinos; es el charlatán que entretiene a las gentes en la encrucijada; es el autor y el protagonista de las chanzas que se cuentan los días de fiesta a la salida de la iglesia; es el maestro que hace que los jóvenes salten y bailen; es el tamborero, el trompero y el gaitero que marca el paso en las procesiones; es el narrador, el cantor que anima festines, bodas y vigilias; es el jinete que da volteretas sobre el caballo; el acróbata que baila parándose de manos, el que juega con cuchillos, el que atraviesa los círculos a la carrera, el que escupe fuego, el que se retuerce como un contorsionista; es el que canta o hace el mimo; el bufón que hace muecas y suelta necedades; todo esto es el juglar, y algo más.” De Les jongleurs en France au Moyen Age, de Edmond Faral.

Las juglaresas constituían una categoría igualmente variopinta. En la península Ibérica las había cristianas, judías y musulmanas, igual que ocurría entre los hombres. Un tipo especial de juglaresa era la soldadera, es decir, “la que vive de la soldada diaria”. El Concilio de Toledo de 1324 condena a las soldaderas y alude a su gracia para la danza y el canto.


Gracias a las Partidas de Alfonso X el Sabio y otras fuentes históricas tenemos noticia de la notable presencia de los juglares de gesta, los más estimados de todos. Los moralistas, de hecho, tenían por únicos juglares dignos de este nombre a los cantores de gestas de nobles y santos. El trovador gozaba de una condición social más elevada que la del juglar, sin embargo, los rasgos distintivos entre juglares y trovadores son a menudo borrosos. El juglar gascón Marcabrú consideraba su oficio a la altura del de los trovadores, a la vez que algunos de éstos, como el noble Arnaut Daniel, no tenían inconveniente en equipararse a los juglares.A menudo, juglares y trovadores se confundían. Estos hombres, siempre errantes, eran el vehículo principal de la poesía medieval en las distintas lenguas europeas. En realidad, los trovadores, encomendaban a los juglares la divulgación de sus composiciones. El propio rey Alfonso X el Sabio o literatos como el Arcipreste de Hita, encargaban a los juglares que dieran máxima difusión a sus poemas. A menudo se envía al juglar a transmitir elogios o críticas feroces, y por esta razón muchos de ellos podían correr serio peligro, incluso de su propia vida.

Marisa Aznar Pina en www.catedu.es

Para saber más, pinchad aquí o aquí.


Y para terminar, unos vídeos de grupos teatrales actuales que recrean los espectáculos juglarescos medievales.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Profe! jaja soy maría la de tercero! que mola el video y eso... lo que pasa que del texto hay algunas cosas que no entiendo muy bien, pero bueno aré el resumen como pueda. Adiós